Algunos propósitos de una presentación


Hay muchas opiniones en cuanto a cómo clasificar y desmenuzar los posibles propósitos de una presentación. Según el periodista Javier Reyero, en su libro “Hablar para convencer”, se puede hablar de 8 propósitos: 

1. Informar: Disponemos de datos y pretendemos ponerlos a disposición del público. Si éste es el objetivo, el estilo debe ser divulgativo. El mayor riesgo es el exceso de información, que puede convertir una charla en algo insufrible. La información debe dosificarse. 
Ejemplo: Contar al jefe y otros compañeros cómo va un proyecto, presentar los resultados de la empresa. 

2. Entretener: Este objetivo se da poco en entornos profesionales. Lo habitual es aproximarnos a nuestra personalidad más llana (evitar las formalidades). Tenemos que actuar como cuando entrenemos a nuestros amigos o familiares. Sí que es habitual que la necesidad de entretener aparezca ANTES de las reuniones de empresa o en tomas de contacto previas a las reuniones. Expertos en dinámicas de grupo como Alicia Kauffman hablan de pre-tarea (cuando se prepara de forma distendida la reunión para entrar en materia) y tarea (la reunión o presentación en sí). El mayor problema es que algunas personas se refugian en el entretenimiento y no pasan de la pre-tarea, que es un territorio menos comprometido. 
Ejemplo: un monólogo del Club de la Comedia. 

3. Educar: Se necesita un estilo didáctico. El orador tiene que realizar un gran esfuerzo para que el mensaje sea comprendido. Puede ser interesante reservar un tiempo extra para aclarar conceptos o términos. Un problema importante ocurre cuando se detecta que la distancia entre el contenido previsto de la presentación y el conocimiento de la audiencia es demasiado grande; el orador debe estar preparado para modificarlo. Un error habitual es intentar explicarlo todo, de forma reiterada, incluso lo que no necesita puntualización. 
Ejemplo: Una clase. 

4. Emocionar: Si el objetivo es provocar algún tipo de emoción, hay que conmover el ánimo de los asistentes. La capacidad del orador para emocionar se suele relacionar con la pasión que ponga en su discurso, pero esto es peligroso hablando en público. Las pasiones son para sentirlas y controlarlas, no para exponerlas públicamente. El discurso tiene que ser emotivo, el contenido y el mensaje, pero no el orador. No se trata de parecer excitado, irritado o triste para provocar excitación, irritabilidad o tristeza. 
Ejemplo: presentación de un premiado o en una celebración de una jubilación, hecha por un amigo. 

5. Motivar: Es habitual en el mundo empresarial que un jefe de equipo o directivo tenga que hablar a un grupo de trabajadores desmotivados, que para empezar son poco propensos a escuchar la charla. Un discurso en tono motivador tiene que poner mucho cuidado en el fondo y en la forma. El fondo es el del mensaje que se quiere hacer llegar, y la forma la pasarela estrecha por la que llegan esos conceptos a la mente del público. Se requiere mucho tacto y sobre todo que lo que se diga sea motivador y real. 
Ejemplo: El jefe reúne a sus empleados en momentos de crisis e incertidumbre sobre el futuro de la empresa. 

6. Amonestar: Cualquiera que tenga hijos podrá decir que tiene experiencia a la hora de abroncar a un subordinado. Pero este estilo no es reproducible en el mundo laboral. No nos debemos dejar llevar por la ira. Una intervención de este tipo tiene un objetivo, y nunca será la satisfacción personal del que echa la bronca, sino otro. 
Ejemplo: Alguien ha metido la pata y se ha producido una pérdida económica, se intenta que no vuelva a pasar. 

7. Inspirar: Queremos que los que nos escuchan, que típicamente son más jóvenes que nosotros, tomen la decisión de realizar un cambio profundo en sus vidas, por ejemplo, eligiendo unos estudios o una profesión, haciendo algo por el medio ambiente, ayudando a una ONG… Es necesario apelar a sus emociones y relacionar lo que contemos con sus vivencias personales. Tienen que salir decididos a hacer algo diferente. 
Ejemplo: Documental “Una verdad incómoda”. 

8. Persuadir: En este caso, nuestra audiencia tiene unas ideas o intenciones preconcebidas o que no están claras, y que tenemos que convencerles de que cambien: que compren nuestro producto que no pensaban comprar, que piensen que sabemos mucho o hemos trabajado mucho… 
Ejemplo: Una charla de ventas, presentación de un producto, la presentación de un trabajo fin de grado…

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