Espionaje corporativo
El espionaje corporativo existe como tal
prácticamente desde la revolución industrial
El espionaje corporativo existe como tal prácticamente
desde la revolución industrial, donde los
secretos productivos de las fábricas comenzaban a
ser la clave de los negocios. Con el correr del tiempo,
estos secretos fueron tomando la forma de fórmulas
químicas, procesos productivos, materiales
especiales, proyectos de investigación y desarrollo, y
campañas publicitarias, que las empresas guardaban
celosamente.
En este contexto, las compañías
buscaban obtener ventajas competitivas al conseguir
esa valiosa información de diversas maneras. De
este modo, las empresas alcanzaban una considerable
superioridad respecto de sus competidores que
no contaban con ella. Así nacen los espías industriales,
quienes obtenían esa información, obviamente,
por medio de métodos poco éticos y legales.
Contrariamente a lo que sucede con los bienes
tangibles, para los cuales es sencillo darse cuenta
si han sido robados, puede darse el caso de que
por muchos años se le haya quitado a una empresa
su propiedad intelectual o su ventaja competitiva
y que nadie se haya dado cuenta de ello.
La competencia
podría lograr beneficios en el mercado constantemente,
por ejemplo, al ofrecer una mejor
oferta en una licitación o al desarrollar mejoras
más económicas o más rápidamente a productos.
Esto demuestra que los secretos corporativos en
manos de la competencia implican un conocimiento
que puede volverse en contra.
Debemos tener en cuenta que el espionaje corporativo
no solo se limita a las grandes compañías y a las
grandes inversiones. Es posible que los espías
profesionales obtengan el perfil de una pequeña
empresa a partir de sus conversaciones privadas,
documentos desechados, proyectos y restos de
materiales de viajes.
A partir de los avances y la masificación
de Internet y de las tecnologías relacionadas,
es cuando esta actividad encuentra un nuevo vector.
MOTIVACIONES
Como mencionamos anteriormente, todo lo que pueda generarle beneficios a una compañía y ponerla en una posición de ventaja sobre la competencia es blanco natural del espionaje corporativo o industrial. También vimos que eso podía variar entre el código fuente de un programa, un software pronto a lanzarse, los planes de marketing, secretos corporativos, documentación de investigaciones, etcétera.
Si seguimos dejando volar nuestra imaginación, otro
ejemplo práctico sería frente a una licitación pública. Ésta suele representar grandes beneficios para la
empresa que la gana: pensemos por un momento
qué pasaría si la competencia obtuviera la oferta
final antes de que fuera publicada. Sin dudas sería
una gran pérdida de dinero.
Pero no solo nos vamos a centrar únicamente en las
empresas. Por ejemplo, contemplemos por un momento
una puja entre medios de comunicación, no sería
descabellado, dado el contexto actual, que existieran
espías que buscaran obtener detalles de las campañas,
sueldos de las figuras más importantes, etcétera.
Otra motivación, también fuera del ámbito corporativo,
puede ser la de conseguir información privada
de personas de perfil público que pueda comprometerlas.
Por medio de un viejo recurso de la retórica,
muchas veces se pretende probar que una de las partes
tiene razón, demostrando que la otra está equivocada.
Extendamos un poco más este concepto: si se
evidencia que el rival de una disputa no es una persona
confiable o no posee valores éticos, la otra de las
partes corre con ventaja. De ahí que muchas veces se
busque hurgar en el pasado de celebridades, políticos
y figuras de renombre, con tal de encontrar algún
dato que pueda comprometer su imagen.
Concluimos que cualquier información confidencial
para una organización e incluso para determinados
particulares es una motivación para realizar
espionaje corporativo.
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