Tic en el Aula: Diez preguntas Parte I



1. ¿Seguro que hay que llevar las TIC al aula? 
Hay dos evidencias que nos llevan a la afirmación: en primer lugar, es algo que establecen las leyes educativas. Los reales decretos por los que se establecen las enseñanzas mínimas fijan las competencias básicas en la enseñanza obligatoria. Una de ellas es la competencia digital y tratamiento de la información, que exige, de manera inexcusable, la inclusión de actividades TIC en el aula. Además, el desarrollo de la competencia comunicativa implica que la vertiente comunicativa (como docentes-comunicadores y como enseñantes de modos de comunicación) se trabaje con las técnicas y herramientas actuales. Al hilo de lo anterior, surge la segunda evidencia: la realidad actual conlleva que las TIC sean una necesidad, pues sería imposible formar ciudadanos para una sociedad moderna si se les instruye con herramientas comunicativas de siglos pasados: ¿alguien se pondría en manos de un cirujano con escalpelos del siglo XIX? 

2. ¿Estoy preparado para formar a mis alumnos con las TIC? 
Nunca se está lo suficientemente preparado para dar clase. Si nos atenemos a la enseñanza tradicional, cualquier alumno puede preguntar algo que no sabemos; con las TIC ocurre exactamente igual. La clave no reside en saber más que el alumnado, sino en establecer un método que permita que ellos resuelvan las dudas que surjan del mismo modo en que lo hacemos nosotros. Si tuviésemos que esperar a tenerlo todo controlado, jamás nos enfrentaríamos a una actividad TIC, ni a cualquiera de otro tipo. Tampoco hay que pensar que el alumnado controla al dedillo las TIC: es posible que manejen algunas herramientas comunicativas, casi de manera intuitiva, pero seguramente no lo harán con uso educativo ni mucho menos de un modo sistemático (con respecto a la netiqueta, las normas de escritura, la autoría ajena, etc.). Para todo ello, tendríamos que estar ahí.  

3. ¿Qué equipamiento es el adecuado para empezar con las TIC? 
No existe un estándar para ello. De hecho, la mera existencia de equipos y recursos avanzados no garantiza una correcta inclusión de las TIC en el aula. Un docente con un portátil puede ser más efectivo que un aula virtual. La voluntad, la imaginación y el trabajo constante suelen suplir los medios técnicos. Evidentemente, tampoco se puede luchar contra los elementos día tras día. Lo ideal sería disponer de aulas virtuales (fijas o móviles) suficientes para no tener que reservar con excesiva antelación. Tener cañones y pizarras en todas las aulas y una red (fija e inalámbrica) fiable es tan necesario como utópico. Y no hay que olvidar otros equipos igual de esenciales: cámaras, micrófonos, altavoces, videocámaras, grabadoras mp3, etcétera.  

4. ¿Cuántas horas tengo que dedicar a las TIC? 
De nuevo, se trata de una decisión personal. ¿Cuántas horas se dedican a corregir ejercicios escritos o libretas? Quizá se pueden sustituir algunas de esas actividades tradicionales por otras TIC (envío de trabajos por correo, publicación en blogs, etc.) y ese tiempo podría aprovecharse para mejorar la metodología. En cualquier caso, el horario (y el calendario) docente está diseñado para que exista una dedicación especial a la mejora educativa y a la autoformación que deberíamos aprovechar. Por otro lado, la dedicación de horas tanto en la formación TIC como en su inclusión en el aula debe contemplarse como una inversión a medio plazo: ni el profesorado ni el alumnado se convierten de la noche a la mañana en consumidores y productores de objetos digitales. Es necesario que transcurra más de un curso (o dos, tres...) para observar cambios en la metodología de enseñanza-aprendizaje. Quizá un alumno que en segundo de ESO1 empezó a trabajar con blogs, cuando llegue a cuarto sea competente en la red; no hay milagros en esto, como no los hay en la metodología tradicional. Lo importante es no ir demorando continuamente este aspecto con todo tipo de excusas.  

5. ¿Es mejor asistir a cursos de formación TIC o autoformarse? 
Un curso de formación TIC nos puede abrir los ojos (y el apetito) ante el universo de las TIC en el aula. De especial interés son los talleres TIC, en los que se forma de manera práctica a los docentes para que realicen actividades concretas aplicadas a sus asignaturas. Sin embargo, “se hace camino al andar”, de modo que los cursos sirven de poco cuando sólo se dedican esas horas lectivas a la formación y no hay un seguimiento posterior mediante la aplicación efectiva en el aula. No existe el curso TIC definitivo: cada docente debe experimentar por su cuenta y debe hallar la herramienta y el método más eficaz según su estilo y según su alumnado. Ejercitar las TIC no es aprender a ir en bicicleta, que nunca se olvida, sino acudir a diario a un gimnasio, que exige constancia. Por otro lado, habría que exigir a las autoridades educativas que aplicasen también el sentido común en cuanto a la estandarización y el reconocimiento de la competencia digital del profesorado, con el fin de acreditar la autoformación y evitar que los cursos de formación caigan en saco roto.

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