La realidad aumentada II

El código QR 
Antes de la realidad aumentada, existían los códigos de barras, unas etiquetas que aún hoy se usan en varios productos (en el supermercado, la cajera pasa el código por una lectora y obtiene el precio del producto). Pero esto ya no era suficiente. En 1994, la empresa japonesa Denso-Wave creó los códigos 2D, los códigos que se conocen como QR (Quick Response Barcode, o “código de barras de respuesta rápida”). El QR se lee vertical y horizontalmente, por eso es bidimensional, y permite almacenar más información que los códigos de barras. Existen, en realidad, dos tipos de códigos: el código QR y el código ancla o de RA propiamente dicho. La primera diferencia es meramente visual, pero la siguiente tiene que ver con las posibilidades que brinda cada uno de estos códigos, en cuanto a mayor o menor cantidad de información, formatos e interactividad permitida. 

El uso de RA en educación 
Los recorridos virtuales —a museos y ciudades, por ejemplo— o recreaciones pueden ser útiles para trabajar temas históricos. Resulta interesante el ejemplo de Layar y su aplicación de la reconstrucción en zonas de Berlín, Alemania. “Existe la posibilidad de aumentar información no solo actual sino pasada, como si fuera un viaje en el tiempo”, sostiene Blaise Agüera y Arcas, el creativo detrás de Bing Maps. “Porque en una foto podemos adicionar, por ejemplo, los carruajes que circulaban por allí en otra época”. 

La importancia del contenido 
La realidad aumentada es una nueva tecnología. Pero si una tecnología no agrega valor a lo que transmite, se vuelve inútil. Con la realidad aumentada, se puede decir más en menos superficie. Se le puede poner un código a un cuadro y, en ese caso, la información extra podría ser un video del backstage de ese cuadro, el audio de un pintor contemporáneo, etcétera. El contenido que se agrega debe ser pensado. Si hay un código y al decodificarlo solo se ve la imagen del cuadro, sin dudas la tecnología fue bien utilizada —el código se lee—, pero el contenido no cumple ninguna utilidad, no aporta nada, no suma ni agrega valor. En definitiva, las nuevas tecnologías tienen que aportar algo más que luces de colores. Y la RA pensada en función de ello puede ser una buena herramienta.

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